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La distorsión del lenguaje: implicaciones psicológicas y sociales de nombrar erróneamente a personas y relaciones



El lenguaje es una herramienta poderosa que no solo describe nuestra realidad, sino que también moldea la manera en que la percibimos. Sin embargo, cuando utilizamos nombres que no corresponden a la naturaleza de nuestras relaciones o experiencias, pueden surgir importantes problemas psicológicos y sociales. Este fenómeno, en su nivel más profundo, revela conflictos internos no resueltos y dificultades para aceptar ciertas verdades emocionales. Desde llamar "mamá" a una tía, hasta negarse a reconocer a un padrastro, estos patrones de nombrar incorrectamente a las personas y cosas pueden señalar problemas profundos relacionados con la identidad, la negación y el apego.


La denegación de la realidad y la necesidad de reemplazo

Uno de los casos más comunes es el de una persona que, debido a la ausencia de un padre, reemplaza esa figura llamando "papá" a otra persona, como un tío. Según el psicólogo John Bowlby en su obra "Attachment and Loss" (1980), el apego temprano es crucial para el desarrollo emocional. Cuando falta la figura paterna, el niño o niña puede buscar a alguien que ocupe ese lugar. Sin embargo, llamar "papá" o "mamá" a quien no lo es puede ser un intento inconsciente de llenar ese vacío emocional, lo que puede generar una disonancia cognitiva cuando la realidad no corresponde con el nombre asignado. Esta situación puede prolongarse en la adultez, creando una distorsión en la aceptación de los roles familiares y afectando la salud emocional de la persona.


Confusión de identidad y relaciones desplazadas

Otro ejemplo es cuando alguien llama "hermana" a una amiga cercana, mientras ignora o menosprecia a sus verdaderos hermanos de sangre. Este tipo de sustitución puede reflejar una desconexión emocional o conflictos sin resolver dentro de la familia. Según Erik Erikson en "Identity and the Life Cycle" (1959), las relaciones familiares juegan un papel crucial en la formación de la identidad personal. Al no enfrentar estos problemas, las personas pueden proyectar sus necesidades afectivas hacia relaciones externas, generando un desbalance en sus lazos genuinos.


Negación y rechazo de nuevas realidades

El caso de una persona que se niega a reconocer a su padrastro llamándolo solo por su nombre es otro ejemplo de un conflicto interno no resuelto. Esta negativa a aceptar el nuevo rol de esa figura en su vida puede ser un mecanismo de defensa ante el cambio. Según la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger (1957), cuando las creencias de una persona entran en conflicto con su realidad, puede haber una resistencia a aceptar ciertos hechos. En este caso, el individuo podría estar evitando aceptar la figura del padrastro como un sustituto paterno, aferrándose a la idea del padre biológico, aunque este no esté presente.


Otros ejemplos comunes:


  1. Llamar "mamá" a una abuela: este fenómeno ocurre cuando los abuelos asumen roles parentales en ausencia de los padres biológicos. Aunque esta situación puede parecer funcional en términos de cuidado, puede generar confusión emocional en el niño, quien puede llegar a sentir que tiene que cumplir con expectativas que no corresponden a la relación biológica real. Mary Ainsworth, en sus estudios sobre apego (1978), señala que las figuras de apego son fundamentales para el desarrollo emocional; por lo tanto, confundir el rol de una abuela con el de una madre puede distorsionar el sentido de pertenencia y apoyo emocional del niño o niña.


  2. Llamar "amigo" a alguien con quien se tiene una relación romántica: en ocasiones, por miedo al compromiso o a enfrentar la naturaleza de una relación, las personas tienden a minimizar su vínculo con otra persona. Esto puede ser un signo de inseguridad o de incapacidad para aceptar la intimidad emocional. Este tipo de conductas refleja una lucha interna por aceptar la realidad emocional que viven, lo que puede desencadenar ansiedad o depresión, según lo expuesto por Susan Forward en su obra "Emotional Blackmail" (1997).


  3. Negarse a llamar "hijo" a un hijastro: este ejemplo refleja cómo las relaciones familiares pueden verse afectadas por la incapacidad de aceptar a nuevos miembros en la familia. La negativa de aceptar a un hijo que no es biológico, y simplemente referirse a él por su nombre, puede ser indicativo de una resistencia a aceptar cambios en la dinámica familiar. Según Minuchin en su obra "Families and Family Therapy" (1974), los cambios en la estructura familiar requieren una adaptación emocional que, si no se da, puede derivar en problemas de exclusión o rechazo.


Implicaciones psicológicas y sociales

El uso incorrecto de nombres para describir relaciones y personas tiene profundas implicaciones. A nivel psicológico, estos actos pueden evidenciar una falta de aceptación o una negación de la realidad. Como lo señala Virginia Satir en "Conjoint Family Therapy" (1964), el modo en que nombramos y reconocemos nuestras relaciones es un reflejo directo de nuestra salud emocional. Cuando distorsionamos estas etiquetas, estamos evitando enfrentar verdades emocionales dolorosas o complejas. A nivel social, esto puede afectar no solo a la persona que utiliza los nombres incorrectos, sino también a quienes la rodean, generando confusión, resentimiento o incluso alienación.


Por ejemplo, un hijo que es llamado "papá" por un sobrino puede sentirse en una posición incómoda o asumir responsabilidades que no le corresponden. Del mismo modo, los verdaderos hermanos de una persona que elige ignorarlos en favor de amigos cercanos pueden sentirse desplazados o rechazados, lo que puede afectar las dinámicas familiares a largo plazo.


El acto de nombrar incorrectamente a las personas o relaciones no es una simple confusión verbal; es un reflejo de profundas tensiones emocionales y sociales. Este comportamiento puede señalar problemas no resueltos de aceptación, identidad y apego. A través del reconocimiento y la reflexión sobre estos patrones, las personas pueden comenzar a trabajar en la reconciliación de sus realidades internas con sus relaciones externas, promoviendo así una mayor salud emocional y un equilibrio en sus vínculos sociales. Como sugiere Carl Rogers en su obra "On Becoming a Person" (1961), la aceptación de la realidad tal como es, en lugar de lo que deseamos que sea, es fundamental para el crecimiento emocional y psicológico.


Saludos y agradecimiento a nuestros lectores.

 
 
 

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